Creo que no era la bruja de blancanieves, ni la bruja de blair, ni las embrujadas, ni la bruja de Hansel y Gretel… ni si sería buena o mala… o si era fea pero sé que no tenía ni verruga, ni escoba, ni ese sombrero puntiagudo que tanto me gusta. ¿Y el gato negro? ¿Lo tendría en casa?
Y entonces ¿qué hacía allí? O mejor dicho que hacía yo allí…en qué momento decidí que una “bruja” se metiera en mi vida e intentara a través de unas cartas viejas adivinar que pasaría en mi vida amorosa o en mi trabajo.
No creo en las brujas que cobran por decirte lo que todo el mundo sabe… pero creo en el poder que tienen algunas personas para ver el futuro. Pero lo jodido es que adivinó cosas de mí, supo decirme lo más duro de mi vida y lo que me costó superarlo, lo sola que me encuentro a veces en esta ciudad sin alma que me ha hechizado para que no pueda escaparme. Adivinó los cambios que se están llevando a cabo en mi vida laboral pero no me supo decir si para bien o para mal… eso quedará en suspense… que es una de las cosas buenas que tiene la vida… no saber lo que va a pasar mañana aunque a veces deseemos saberlo y recurramos a “brujas” sin escoba.
Como buena gallega que soy creo en las meigas, en la santa compaña y en los espíritus pero no creo en los engaños, ni en las falsas meigas que hacen magia negra o intentan embaucar a la gente con falsas esperanzas… Pero seguramente volveré a caer en las redes de la curiosidad y si tengo la oportunidad (nunca la buscaré) dejaré que una bruja sin escoba me diga que puedo esperar de mi misteriosa vida…